"La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo"
- Montesquieu
Cuando se habla de desigualdades en el seno de la sociedad, acabar dirigiendo la mirada a la publicidad es inevitable. Después de todo, si es un hecho que gracias a ella se fomentan (o rechazan en contadas ocasiones) las diferencias entre el sexo femenino y el masculino, tiene sentido decir que ése no es el único ámbito en el que la publicidad afecta a la sociedad.
No olvidemos que la publicidad es la visión de la realidad que fabrica una pequeña minoría dominante por intermedio de diferentes técnicas y tecnologías para ser vendida a la gran mayoría. Gran parte de ese sector ‘dominante’ pertenece a una misma clase social, es decir, empresarios con un nivel adquisitivo relativa o no tan relativamente alto; lo que podríamos definir como burguesía. Por medio de la publicidad, dicha burguesía no sólo vende productos, sino en muchas ocasiones un estilo de vida que la población anhela conseguir, tanto si puede permitírselo económicamente como si no, por medio de créditos e hipotecas bancarias. Éste es, después de todo, el principio del sistema capitalista, y una de las razones por las que la mayoría de los españoles han estado viviendo como si pertenecieran a una clase media-alta, manteniendo un estilo de vida que en muchas ocasiones no podían permitirse.
Por otro lado, es un hecho que la publicidad utiliza técnicas de segmentación que se basan en las clases sociales para vender sus productos. Un buen ejemplo de ello son loa anuncios de BMW, que no van dirigidos al conjunto de la población, sino personas con un nivel adquisitivo alto en concreto. Mostrando a personas bien vestidas y limitando así su público, dichos anuncios no hacen sino evidenciar todavía más las diferencias entre las distintas clases sociales, y en cierta manera cambiar la visión de la sociedad. Siguiendo el ejemplo anterior, no sería equivocado decir que aquélla persona que posee un BMW está mejor considerada por los demás que alguien que conduce un Ford, puesto que las connotaciones que conllevan ambas marcas son muy diferentes.
De este modo, podemos concluir que si bien la publicidad no crea las clases sociales, sí que hace uso de ellas para aumentar su productividad, y por tanto, las reafirma.
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